El alcohol es una de las sustancias más consumidas en el mundo, muchas veces asociado a momentos de celebración o relajación. Sin embargo, su relación con la salud mental es mucho más compleja y preocupante de lo que suele pensarse.
La conexión entre alcohol, ansiedad y depresión
El alcohol actúa como un depresor del sistema nervioso central, lo que significa que puede disminuir temporalmente la sensación de estrés o ansiedad. Por eso, algunas personas recurren a él para “relajarse” o sentirse mejor. Pero esta sensación es temporal y tiene consecuencias:
- A corto plazo: Puede aumentar la impulsividad, dificultar la toma de decisiones y afectar el sueño, lo que a su vez aumenta la ansiedad.
- A largo plazo: El consumo frecuente puede provocar o agravar depresión, ansiedad y otros trastornos emocionales. En muchos casos, las personas terminan en un círculo donde el alcohol se usa para aliviar síntomas, pero estos empeoran con el tiempo.
Estudios muestran que existe una relación bidireccional: la ansiedad y la depresión pueden llevar a beber, y beber puede generar ansiedad y depresión.
Estrategias de afrontamiento sin alcohol
Afrontar la ansiedad o la tristeza sin recurrir al alcohol requiere aprender nuevas herramientas de manejo emocional. Algunas estrategias efectivas incluyen:
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Actividad física
- Ejercicios como caminar, correr, yoga o natación liberan endorfinas, que mejoran el estado de ánimo de manera natural.
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Técnicas de relajación y respiración
- Respiración profunda, meditación o mindfulness ayudan a reducir la ansiedad y la tensión.
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Apoyo social
- Hablar con amigos, familiares o grupos de apoyo puede aliviar la sensación de soledad y estrés.
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Terapia profesional
- Psicólogos o psiquiatras pueden enseñar estrategias cognitivas y conductuales para manejar emociones sin alcohol.
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Hobbies y actividades placenteras
- Dedicarse a actividades creativas o recreativas puede reemplazar el hábito de beber como escape emocional.
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Establecer rutinas saludables
- Dormir bien, alimentarse adecuadamente y mantener horarios regulares ayuda a estabilizar el ánimo y reducir la tentación de beber.
Reconocer cuándo pedir ayuda
Si sientes que no puedes controlar tu consumo o que la ansiedad y depresión interfieren en tu vida diaria, es importante buscar ayuda profesional. Existen programas de tratamiento para el alcoholismo y terapias especializadas en salud mental que pueden marcar una gran diferencia.
El alcohol puede parecer un alivio temporal frente a la ansiedad o la tristeza, pero su efecto real suele ser perjudicial para la salud mental. Aprender a afrontar las emociones de manera saludable no solo mejora el bienestar psicológico, sino que también protege el cuerpo y las relaciones personales.
Este Día Mundial Sin Alcohol (15 de noviembre) es un buen momento para reflexionar sobre nuestra relación con el alcohol y explorar alternativas más sanas para cuidar nuestra mente.
Fuente: Andrea Samaniego, psicóloga clínica del HVQ.
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